Un país que ha conseguido que su bandera sea el estampado perfecto para un frigorífico de diseño italiano, cubra el techo de un coche de fabricación alemana o sea el motivo de una camiseta de una marca de ropa americana, es algo más que una bandera: es un icono, es una marca.
Todos los países tienen su historia.
Muchos países cuentan con una cultura propia.
Algunos países llegan a ser líderes de una época.
Pero sólo un país decidió escribir la historia, imponer su cultura y convertirse en un icono en si mismo, contra todo pronóstico y lógica, ya que ni por su tamaño, ni por su población, ni la ubicación, ni la naturaleza, lo habían provisto de condiciones o recursos naturales que le diesen una ventaja competitiva. Y sin embargo lo hicieron posible.
El Reino Unido es como ese perro-patada, que ignorando su tamaño se enfrenta a todo cuanto se le pone delante. ¿Valiente? ¿inconsciente? ¿temerario? ¿estúpido?… No, simplemente confianza en uno mismo y una lucha sin cuartel por defender su diferencia de manera radical, sabedores de que de ella depende su fortaleza.
El valor de toda marca, ya sea grande o pequeña es defender su valor diferencial frente a un mercado que por naturaleza actúa como tamiz moldeador uniformizado al todo frente a sus partes. Somos demasiados. En todo hay demasiadas opciones. Y cuando hay mucho de todo, nos saturamos y olvidamos… a no ser que el valor diferencial nos haga sobresalir de la media y nos haga memorables (recordables). Ya que la «media» en este ámbito –y en casi todos– es diminutivo de mediocridad.
¿Tiene lógica conducir por la izquierda?
¿Es práctico medir en pulgadas, pies o yardas; pesar en libras u onzas; o calcular la cerveza por pintas, o galones? ¿Tiene lógica defender la monarquía como forma de gobierno? La respuesta sería, no, si sólo pensásemos desde la categoría de práctico o no práctico, lógico o ilógico. Pero la creación de marca no pertenece a la parte prosaica de un negocio sino a la poética. Si vamos más allá y pensamos desde el punto de vista de mantener tu posición de diferencia, entonces todos estos anacronismos utilizados inteligentemente se convierten en puntos fuertes, lo que para cualquier otro serían flaquezas.
El mundo, como cuando antes hablábamos del mercado, tiende a uniformizarnos a hacernos a todos un poco más parecidos cada vez: es más práctico, es la globalización. Y sin embargo mantener cierto grado de diferencia te permite mantener tu marca, y no diluirte en la generalidad (en el mercado sería convertirse en marca blanca). Este es un gran esfuerzo que no todos entienden ni están dispuestos a asumir, entre otras cosas porque su retorno, ese ROI convertido en faro guía de todo ejecutivo de hoy, no es inmediato, ni claro, ni garantizado: y sin embargo existe.
Pero todo esto no es un simple brindis al sol, un postrero que diríamos hoy, sino que además los británicos han conseguido convertir todas estas peculiaridades en producto, en negocio. Su valor diferencial es la imagen de su producto. Productos vendibles, iconos recubiertos de una épica que jamás tuvieron, un glamour que no existió y un interés al que nadie le hubiera dado el menor crédito de no ser que viniesen envueltos por un relato irresistible. Así construyen mitos que van del Rey Arturo a Jack el Destripador, de los Piratas a la Reina-madre, de Sherlock Holmes a Teddy Bear; de una simple cabina telefónica a un deporte como fútbol; o de los Beatles, a los Sex Pistols o las Spice Girls. Siempre consiguen despertar en nosotros el interés por los hechos y personajes más insospechados gracias a su capacidad de dotar de sentido y relato a los mismos. Además de no abandonarlos jamás, porque también saben que parte de una buena campaña es su prolongación y constancia en el tiempo.
Así son los británicos, capaces de hacer una marca incluso de un tiro en su propio pie que al fin y al cabo es lo es el Brexit (no tardaron nada en ponerle nombre, primer paso en la creación de marca).
No me gusta el Brexit, me produce un profunda tristeza. Y me gustan aun menos las prosaicas razones para su éxito que escucho en las noticias porque muestran una cara muy cobarde de la condición humana. Supongo que los motivos aquí expuestos no son los lo han provocado el Brexit, pero sí me parecen unos motivos más poéticos. Y quizás de estos si puedo aprender algo positivo.
See you soon, Bye bye!